lunes, 17 de noviembre de 2008

Mr. Hyde aún está entre nosotros

Poco se puede llegar a decir del odio y de sus consecuencias a la larga puesto que es un tema tan variado que cada uno sacará sus conclusiones de este texto, así que para evitar confusiones innecesarias me limitaré a exponerlo bajo mi punto de vista nefasto y demencial.

El odio es un amante goloso que necesita de nuestra alegría tanto como un agujero en la cabeza, si parafraseamos a Nietzsche: La felicidad debe estar en vivir la vida con fruición, con exuberancia, está en asumir el bien y también el mal como parte del hombre y no asignar valores ni a lo bueno ni a lo malo, sino solo vivirlo. La felicidad está en el camino de la vida”.

Tendremos que asumir que el mal está implícito en nuestro ser, en esa alma que Platón dividía en 3 partes identificables:

Alma concupiscible, sede de impulsos y deseos desordenados. (instintos animales)
Alma irascible, sede del valor. (residen los sentimientos que nos hacen humanos)
Alma inteligible, sede de la razón. (la diferencia de bien y mal)

Podemos llegar a pensar que el odio se alberga en la parte concupiscible de nuestro camino de la vida que nos dice que no existe un mal sin un bien o lo que es lo mismo, no hay odio sin una recompensa general que nos beneficia en una medida justa. ¿Pero no creo que eso nos pase a la mayoría de las personas?, a mi por lo menos no me pasa. Yo siento odio ante las cosas que no puedo dejar atadas (lo que es atar cabos) y me frustro sabiendo que la solución es más sencilla de lo que parece pero que los seres humanos se dedican a complicarse la vida.

El otro día me comentaba una compañera de clase que el odio es un paso muy efímero al cariño incorrespondido (al menos así lo interpreté yo) que odiamos a las personas que no nos devuelven con creces ese tiempo y amor que le dedicamos cada día, puede verse en los desencantos con las personas cuando sabemos cómo son en realidad y cómo actúan en determinadas épocas de su vida, olvidando todo concepto inteligible y dejando pasar su lado concupiscible a flote.

Cierto es que el odio esta en dos vertientes la nuestra y la de nuestro opuesto, casi siempre una de ellas es menor que la complementaria es obvio, sentimos más odio cuando somos rechazados que cuando nosotros mismos rechazamos y es una constante del daño que solemos hacer en su mayor grado. Todo este conjunto de ideas concupiscible, caminar el camino y dejar que la diferencia del bien y el mal sea visible hacen que el hombre piense con la venda negra del odio y menos con su parte irascible (según Platón).

Odiar, ser odiados, intentos vacíos de intentar llevar una vida contemplativa o tranquila, mirando las cosas siempre desde su lado objetivo y positivo sin mediar en lo malo y angosto que supone recorrer el camino de una vida llena de tentaciones en la que siempre podemos caer.

Hagamos que el odio eclipse nuestras vidas y llegará el día en el que no nos quede ningún ápice de bondad, jugando ser nuestro propios Mr. Hyde sedientos de sangre y venganza, cuando llegue ese momento… el hombre como lo conocemos, habrá desaparecido.